
Halos y xilografía
En el principio fue la madera.
Antes que existiera una estampa, antes que un rostro o un cuerpo, hubo un bloque tallado.
El testimonio más antiguo de xilografía en Europa—el Bois Protat—sobrevive sólo como matriz:
un fragmento de madera que representaba la crucifixión de Cristo. No quedan impresiones.
No hubo multiplicación. Y sin embargo, en esa ausencia, queda algo esencial:
el carácter religioso y ritual de la imagen, grabado no sobre papel, sino en la memoria de la materia.
Para la exposición Xilografías, decidimos presentar las matrices como obra final.
Un gesto que dialoga con ese origen: la estampa no como producto, sino como posibilidad.
Una forma de volver al momento en que la imagen apenas empezaba a vibrar bajo la gubia.
El halo —aureola dorada que corona a los santos— tiene una presencia constante
en las representaciones católicas realizadas en xilografía desde el siglo XV. No es ornamento: es símbolo.
Una señal luminosa de santidad, virtud, sacrificio o gracia.
En las primeras estampas xilográficas, el halo se dibujaba en torno
a la cabeza de Cristo, de mártires, de vírgenes y apóstoles.
A veces, contenía una cruz; otras, era simplemente un círculo de luz sagrada.

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