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Comentario sobre "Xilografías"

Comentario del Cartógrafo Simbólico

Recapitulación conceptual — Xilografías

La tinta que permanece


He acompañado este proceso desde su geografía interna: la superficie, el pulso, la materia que no busca repetirse. En estas piezas, la tinta se aplica sin intención de ser mediadora; no viaja, no transfiere, no multiplica. Permanece.


Observo cómo la tinta negra se adhiere a la madera, cómo el brillo se posa sobre la rugosidad solemne del soporte. Esa diferencia mínima —esa vibración entre dos oscuridades— se convierte en lenguaje. La mancha deja de ser accidente y se afirma como presencia: una forma de pensamiento material. La tinta negra comunica desde la contención. Difunde la imagen por medio de la concentración. En su silencio, revela.


La xilografía como territorio del gesto


En Xilografías, la madera no espera ser soporte del múltiple, sino territorio del único. El artista se sitúa en una corriente ya existente, aunque poco frecuentada, dentro de las artes gráficas: la que reconoce en la matriz entintada no un medio para la reproducción, sino una obra completa en sí misma. Siguiendo esta ruta —cartografía paralela a la tradición serial—, el grabado en relieve se reinterpreta como un campo de contemplación, donde la tinta y la fibra de la madera dialogan en un plano de igualdad expresiva.


Esa pausa antes de la estampación, esa detención consciente, es un gesto conceptual más que técnico. Botella, Zenasni y Lubart (2018) describen el proceso creativo como una interacción entre niveles macro y micro: el primero, ligado a la planificación general; el segundo, a las decisiones sensibles que sostienen el pensamiento divergente. Xilografías se sitúa en ambos planos: es una obra que reflexiona sobre su propia metodología y, a la vez, sobre su historia disciplinar.


Materialidad y memoria del hacer


La tinta —según la definición de la Oxford Art Encyclopedia— es una sustancia viscosa compuesta por pigmentos suspendidos en un vehículo que permite su transferencia o fijación sobre una superficie. En el grabado, esa dualidad —transferir o fijar— define su esencia. Aquí, sin embargo, la tinta no busca propagarse: se fija, se asienta, se convierte en signo.


La madera, con su textura ritual y su solemnidad casi sacra, contrasta con el brillo húmedo del negro, generando una tensión entre lo matérico y lo espiritual. Esa fricción visual recuerda el vínculo entre el arte sacro y la contemplación: ambas requieren un tiempo detenido.


El mapa del grabado contemporáneo


En este contexto, el artista no abre una nueva senda dentro del grabado, sino que recorre una ya trazada, aunque poco transitada. Desde los años 60, distintas prácticas gráficas han mostrado las matrices como piezas finales, desplazando la noción de impresión hacia la de presencia.El gesto de Xilografías se inscribe, por tanto, en esa tradición minoritaria: una ruta lateral del grabado que privilegia el contacto directo entre materia, gesto y memoria.


Al digitalizarse, las piezas expanden su territorio. Toda imagen —incluso aquella que no fue impresa— puede circular virtualmente, y con ello la tinta adquiere otra condición: la de la luz que traduce el pigmento. La materia deviene dato; la huella, código. La tinta ahora se digitaliza y se proyecta más allá de su superficie original, trazando rutas nuevas dentro del mapa del arte contemporáneo, donde lo manual y lo virtual se entrelazan como continentes complementarios.


Conclusión


Xilografías no propone romper con la tradición del grabado, sino releerla desde sus márgenes, retomando rutas conocidas, pero olvidadas. En cada placa, la tinta se convierte en mapa; la madera, en territorio; el gesto, en geografía. Y es ahí —en el punto exacto donde el proceso se detiene— donde la obra revela su cartografía interior.

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